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lunes, 24 de julio de 2017

Islas Sonoras


TODOS LOS SONIDOS SE PUEDEN PONER AL SERVICIO DE PROPÓSITOS MUSICALES

En nuestros días, en que no hace falta hablar del papel que la tecnología ha tomado en la vida cotidiana, hay que hacer notar un gran cambio que por su cotidianeidad nos pasa a veces desapercibido. Esta revolución silenciosa llevada a cabo fuera de academias, universidades o de entidades culturales ajenas a los movimientos espontáneos de ‘la calle’ ha transformado la manera de entender y de acometer las músicas de vanguardia hoy en día. En el pasado siglo XX compositores más o menos académicos como John Cage, Alvin Lucier o Cornelius Cardew, abrieron nuevas rutas y desconocidas vías  de expresión  para las músicas avanzadas, modos y maneras que asumidos y ampliados por músicos de distintos bagajes y aptitudes han posibilitado, junto a ese desarrollo tecnológico, nuevas formas de expresión sonora notablemente alejadas ya de las iconografías del siglo XX. 
Composición espontánea, procesos aleatorios, estéticas del error (digital), improvisación libre dentro de contextos electroacústicos, fonografía… las vertientes musicales por las que camina hoy en día el discurso sonoro de vanguardia se han multiplicado por diez, coexistiendo con estéticas del pasado y asimilando poéticas de rescate, todo ello inmerso en un constante e intenso proceso de investigación. Internet y las redes informáticas hacen el resto: comunicación, colaboración, promoción, etc.

Esos avances en el discurso sonoro propiciados en la segunda mitad del siglo XX ya establecían una serie de premisas nuevas que transformaban la manera en que un compositor afrontaba no sólo la composición en sí, sino el tipo de material sonoro (‘los objetos sonoros’) a utilizar. Estas transformaciones en la tímbrica sonora, en la estética e iconografías musicales,  junto a las posibilidades tecnológicas desarrolladas durante el cambio de siglo, han convertido la música experimental de nuestros días en algo que ya forma parte de la cultura popular, si bien, nunca fue así durante el pasado siglo.

La tecnología actual permite que cualquier elemento sonoro, mediante la suficiente ampliación y adecuado tratamiento, pueda ser amplificado, tratado e interpretado instantáneamente. Hoy en día, cualquier parámetro sonoro puede ser manipulado en tiempo real; el sonido es totalmente interactivo, los límites están únicamente dentro de la imaginación del compositor-intérprete-improvisador (tres categorías separadas en el pasado y hoy en día partes de una misma y sola entidad artística).

En “Islas Sonoras”, Hara Alonso nos ofrece un viaje sonoro distintos paisajes acústicos creados por la síntesis de sonidos acústicos y procesos digitales.
Sampleando en tiempo real diversos objetos locales como un paquete de gofio, cactus, piedras, una papaya o una botella de clipper de fresa, se construyen las capas sonoras a través de logaritmos de generación autónoma.
El resultado es la metamorfosis de esos sonidos cotidianos en organismos sonoros que se autogeneran, se expanden, se transforman y se re-mezclan en un continuum de texturas y formas sonoras.

Foto: Nacho González