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lunes, 3 de febrero de 2014

15 Años

Hoy hace 15 años del comienzo de mi mural "El rostro de la luz". Con motivo de ese aniversario mi amigo Manuel Rodriguez Hernández me envía el siguiente texto con imágenes que no he podido resistirme a guardar como oro en paño y compartir aquí.

El Rostro de la Luz, concierto visual…

Como cada año, y como si de un ritual tribal se tratara, el sol hace acto de presencia y deja constancia de su fidelidad en “El Rostro de la Luz”.

“El Rostro de la Luz” es un mural de unos 31x12 m. ubicado en el edificio de oficinas de la instalaciones del Teatro Cuyás, actualmente cede de la Fundación Canaria de las Artes Escénicas y de la Música de Gran Canaria, y propiedad del Cabildo Insular de Gran Canaria.
En esta obra, realizada por Francisco Rossique en 1999, se conjugan iconos del mundo de las Artes Escénicas (luces, sombras, líneas a modo de pentagrama, multitud de rostros con gestos diferentes como si de una compañía de teatro, danza, u orquesta se tratara, y la presencia de una cara negra a modo de director de orquesta o maestro de ceremonias), en medio de un contexto de canariedad con el guiño al arte prehispánico a través de los colores ocre, toba, blanco y negro.


El mural, que tiene al sol como al mayor de sus aliados, se articula por dos momentos dignos de mención. El primero de ellos es el 3 de Febrero a las 12:00 horas de cada año, tal como queda reflejado en una inscripción del propio mural (Luz del 3 de FEBR). Es el momento del comienzo, de la puesta en marcha de la creación, y que el autor quiso dejar de manifiesto en la misma obra. Para ello y aprovechando la cita puntal, exacta y constante que propicia el posicionamiento terrestre respecto al sol, traza en su lienzo de bloque y cemento, la proyección de la luz solar sobre el mural tras pasar por unos ventanales del edificio. Se pone el cronómetro en marcha, deja constancia del génesis de su obra.


El segundo momento, de espectacular interés, es el día del solsticio de verano. Una vez que el sol supera los edificios colindantes, comienza el concierto de luces y sombras que se alternan y combinan en singular armonía. Concierto visual que dura todo el día, y que tiene su momento culmen cuando el sol llega a su cenit. En ese instante, la mirada del director (cara negra) marca el lugar por donde el sol bañará al resto de caras iluminándolas, y curiosamente, sin dejar casi rastro de sombra en el mural. En ese momento el mural hace justicia a su nombre, podemos verle el Rostro a la Luz. Infinitas combinaciones que quedan simbólicamente de manifiesto en los rostros allí metódica y estratégicamente colocados.


“El Rostro de la Luz” no deja que el observador quede indiferente ante su presencia, una obra que cautiva, que está viva, que se activa y desactiva con astronómica exactitud y que provoca en aquel que la observa un manantial de interpretaciones, y ésta no es más que una de ellas…

Manuel José Rguez. Hdez.
Fotos y texto