El arte como juego y memoria
El Centro Atlántico de Arte Moderno exhibe el proyecto expositivo 'Boliches-Marbles' hasta el próximo 26 de agosto
Nora Navarro 06.08.2018 | 00:11
El arte como juego y memoria
El Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) acoge en el patio de su sede en Los Balcones, número 9, el proyecto expositivo 'Boliches-Marbles', en el que el artista etíope Tedos Teffera y los artistas canarios Pedro Déniz, Gregorio González, Cris Noda, Paco Rossique y Luisa Urréjola exhiben una pieza en distinto formato en torno al juego del boliche, en el que funden sus vivencias de infancia con su propio discurso artístico. Además, la muestra incluye una serie de espacios de juego de boliche y mesas portátiles para que el público asistente pueda integrarse en la propia muestra y jugar con su ideario.
El interior de la esfera reducida del boliche, con sus constelaciones de colores multiformes, refracta muchos recuerdos olvidados de la infancia. El arte como ejercicio lúdico y de memoria es el juego que plantea el proyecto expositivo Boliches-Marbles en el patio del Centro Atlántico de Arte Moderno CAAM), que reta a seis artistas y al público de la muestra a desempolvar y reapropiarse del imaginario del pasado que se arremolina en torno a las esferas de cristal.
" To play en inglés no es sólo jugar, sino también interpretar una partitura, una obra de teatro o una performance, porque el artista siempre juega, en todos los sentidos de la palabra", apunta el artista sonoro Paco Rossique.
Bajo el comisariado de Orlando Britto, director del CAAM, la multiplicidad de miradas artísticas que se exhiben en torno al boliche se funden con el discurso propio de cada artista, pero bajo todas subyace la contemplación o, incluso, fascinación por las evocaciones de un objeto cotidiano que congeló una parte de las obsesiones que fuimos.
El artista etíope Tedos Teffera, cuyo trabajo inspiró a Britto en el marco de Addis Foto, festival de fotografía africana contemporánea en Etiopía, podría trazar el punto de partida de la muestra en una de las salas del CAAM. Su pieza, Intent, reúne una docena de fotografías que alude, como indica su título, a su afán descongelar lo efímero; las manos temblorosas y el barniz de los ojos entusiastas que siguen la trayectoria del boliche.
" Intent es ese intento de captar la inocencia de los niños concentrados en ese instante que, a ojos de los adultos, parece tan trivial, pero que para ellos significa un mundo", revela el artista, para quien "no existe un contexto que refleje tan bien esa esencia como el juego". Y estos instantes se diluyen, como lágrimas en la lluvia, "pero el arte es la capacidad de salvar esa memoria y, sobre todo, esa energía que envuelve los momentos", añade.
El juego del boliche, tal como revela Teffera, es una práctica imbricada en la tradición popular de Etiopía, pero "la cuestión más interesante del juego del boliche es que forma parte de todas las culturas", apunta Orlando Britto.
En el otro extremo de Los Balcones, las dos salas contiguas alojan distintas aproximaciones al "juego del gua", en las que se infiltran las vivencias de cada artista. El propio Rossique integra el boliche en una instalación sonoro-visual, Metras, Boliches, Canicas, que arropa una miscelánea de imágenes con una atmósfera sonora enhebrada con "fragmentos de chasquidos y rodamientos de boliches, transformados por métodos informáticos que incluyen algún piano", apunta el artista. "El boliche implica juego, pero también observación y contemplación. Y el adulto también debe seguir jugando y aprendiendo de sus movimientos".
Por su parte, la artista Luisa Urréjola recuerda que "este no era un juego de niñas sino, más bien, de niños". "Pero me recuerdo sintiendo esa fascinación por esa bola de cristal llena de colores y que guardaba como un tesoro, así que me pregunté a dónde me lleva hoy la idea del boliche, que fue a parar a algún rincón de mi alma o de mi pensamiento, pero que también rodaban hasta parar debajo del sillón. Y aquí quedaron", cavila, al agacharse para señalar su instalación site specific Reencuentro, en la que un caudal de boliches se arremolina debajo de un sofá.
Luego, el artista visual Pedro Déniz exhibe su colección de boliches en un abrevadero de patos forjado en piedra para dibujar un poema visual con los símbolos del boliche (gua) y una letra A sobre el abrevadero, que juega con las metáforas del color, el agua y el paso del tiempo. También el artista Gregorio González burla su propio discurso artístico y manifiesta que "después de muchos años trabajando con la línea recta, con trabajos geométricos octogonales y estructuras planas, llega un momento en que el cansancio y la edad me lleva a la curva o la esfera". Su Ética de partículas cristaliza en imágenes "un trabajo de crónica de la memoria y la infancia: el descubrimiento del pequeño yo, el conflicto de personalidades, la soledad, el colegio o la estructura de la pandilla".
Por último, la artista Cris Noda exhibe su colección real de boliches, confeccionada a lo largo de su vida, y que tasa con "un valor incalculable". Lejos de jugar al gua, se recuerda "arrebatadísima con sus formas y colores". "Lo que yo hacía todo el día era contemplar su belleza y ponerlos en la ventana para ver cómo la luz filtraba el color. Y me encantaba chuparlos, cosa que no le contaremos a mi madre", añade, y en cuyo vicio se confiesa, de pronto, casi el resto de artistas. Porque el arte y el juego siempre unen.