Foto: J. Domingo Nuñez
Paco Rossique: genealogía del
gesto
Murales en Andalucía, mixtapes en
LaBoral (Gijón), participación en bienales y ferias (Valencia, Irún y
Biarritz), exposiciones (Baeza, Madrid y Málaga)… Tras meses de trabajo intenso
Paco Rossique nos presenta su proceso creativo actual y un nuevo proyecto
expositivo: nuevas preguntas y encrucijadas.
El artista afirma que su obra
responde a una acumulación de
procedimientos aleatorios. Su gestación está unida a una actitud
expectante, una atención distraída que relaciona imágenes y episodios vividos
con el rumor que
brota de todos los silencios. Incluso cuando lee, escucha o compone música, las
alertas se disparan y los códigos que se esconden tras los gestos y emociones
se revelan. Esta pulsión expresiva, asociada a un incesante cuestionamiento del
mundo, le guía constantemente a plantear(se) preguntas y a encriptar en su obra
pistas que nos sugieren las respuestas que hemos de encontrar.
Sus imágenes totémicas, carentes
de sombras, expresan preocupaciones existenciales; la silueta da paso al
contorno y éste se transforma en icono permanente, como los refranes y otras
manifestaciones de la inercia del relato de nuestras vidas y de las existencias
que, antes que nosotros, tornaron ya lo espontáneo, lo imprevisible, el gesto…
en impostura y convención. En el título, en los nombres, la palabra tiene un
peso que intenta neutralizar perturbando la relación entre imagen y realidad para
dejar espacio a las asociaciones emocionales, a reacciones intelectuales únicas
y personales. Rossique guía al espectador y le sitúa en las antesalas donde se acarician los sonidos latentes
en el vacío.
Aforismos, juego(s) con el (los) lenguaje(s),
series, agrupaciones y constelaciones pretenden la pérdida de identidad individual
de la obra en la exposición: una intervención en el espacio reinterpretado
desde la palabra, la imagen y el sonido. Y, sin embargo, una pieza se impone sobre
todas las demás: ese talismán con capacidad de desnudar al artista ante si
mismo y de desvelarlo ante todos, en esta ocasión es Los tres ojos. Rossique nos invita a cerrar alternativamente uno de
ellos y hacer prácticas de visión binocular(?) No, sus obras son para leer, oír y mirar, y aunque sigue
llamándolas cuadros, constituyen un
registro multisensorial en el que la irrupción del sonido le permite subvertir
los límites de la expresión plástica y literaria. La música no ilustra un
texto, ni acompaña a la imagen; se trata de un elemento liberador que le
permite narrar renunciando al guión, a favor de otra emoción desde la que se reafirma en su convicción de no necesitar destruir el pasado porque éste ya se fue.
Rossique nos propone la recepción sinestésica
de pulsiones vitales, gestos y emociones: nos sumerge en una obra abierta,
reflexiva, que confirma la creación como acción construida, rearmada, a partir
de los fragmentos de otras existencias rotas; un espacio de tránsito, sombras de la sombra, como nuestras
propias vidas.
Federico Castro Morales
Universidad Carlos III de Madrid