El Centro Atlántico de Arte Moderno, CAAM, de Gran Canaria acogió el viernes 22 de septiembre el estreno absoluto de la obra ‘Xenophonía’, una suite para voces, sonidos, movimiento, luces y espacios, del músico, investigador y escritor estadounidense de origen francés, Wade Matthews, y la bailarina, coreógrafay performer española, Cecilia Gala.
El dúo Gala – Matthews comienza su andadura en Madrid en 2016 cuando la bailarina Cecilia Gala comienza a colaborar con el músico Wade Matthews. Desde entonces han trabajado juntos como dúo y también en colaboración con otros artistas, tanto en España como Italia.
Su trabajo se centra en el diálogo, entendido en el sentido más amplio del término: diálogo entre ellos, cada uno con su propio medio; con el espacio y el momento, y como forma de canalizar la energía producida por la atención del público.
Gracias a una honda formación en la danza Butoh, disciplina de origen japonés que busca ser, antes que imitar, y nace de los paisajes interiores y vivencias, Cecilia Gala comparte con Matthews la voluntad y la capacidad de basar su concepción artística en la percepción del instante.
Así, ambos entienden la coherencia como algo basado más en el momento vivido que en la repetición de lo previamente memorizado. Trabajando con conceptos guía, elaboran actuaciones que conjugan las circunstancias de cada situación con un argumento a la vez claro y elástico. Picasso decía que para pintar un cuadro, hay que tener una idea, pero que esa idea ha de ser, forzosamente, abierta. Y es que el proceso que lleva una idea, es decir una pura entelequia, hasta su plasmación en un medio como la pintura, la danza o la música, necesita la claridad suficiente para guiar el proceso, pero también una elasticidad que admite su inevitable transformación, tanto por la naturaleza del medio elegido como, en las artes escénicas, por las circunstancias puntuales de cada actuación.
Los conceptos guía permiten a Matthews y Gala realizar obras cuya capacidad de cambio y sorpresa asegura su identidad gracias a, en vez de a pesar de, las circunstancias distintas de cada actuación. La coherencia no es, pues, algo inherente a la obra en sí, sino a cómo se realiza en escenario.
Entre las actuaciones más destacadas de Gala y Matthews están su presentación En Cruce como parte de Prohibido Prohibir, un día entero de actuaciones en defensa de la libertad de expresión organizadas por la madrileña asociación CRUCE y su concierto en el Museo Vostell-Malpartida, donde invitaron al músico portugués Abdul Moimême (Rui Horta Santos) a colaborar con ellos.
Otras colaboraciones incluyen su participación en la creación y realización de la obra Escape, coreografiada por Cristina Masson para la compañía Enclavedanza durante una residencia en Tuscania, Italia, con preestreno en Italia y posteriores actuaciones en Madrid (Festival LDC), Salamanca, Zamora, Soria, Ávila, varias de ellas en dúo. También actuaron en trío con la violinista Luz Prado en la presentación madrileña del libro Cruciales, obra que incluye entrevistas con los tres.
“Ser, o sentirse, extranjera o extranjero supone toda una serie de sensaciones, entre ellas, la de no saber cómo entenderlas. Sentirse rodeado de algo nada familiar puede ser la más inmediata pero, a medida que se entra lo suficiente en una cultura como para poder leer mínimamente sus señales, te das cuenta de que lo foráneo no es sólo la cultura sino tú mismo. Un continuo renacer en el que uno es extraño para los demás, pero, sobre todo, para sí.
De esta idea parte Xenophonia, y se cuenta de tres maneras: con las voces de quienes somos, nos sentimos o nos hemos sentido alguna vez extranjeros/as; con el gesto de una bailarina cuya presencia y cuyo desplazamiento constituyen una metáfora corpórea de esas experiencias y con los sonidos electroacústicos de un músico que conoce la apatridia desde que nació.
La mayoría de las personas—con mucho la mayor parte de los habitantes humanos de la Tierra—nacen y se crían en un solo país, donde viven durante toda su vida. Para ellos, los extranjeros o extranjeras son ‘otros’, los ‘no nativos’, gente que es ‘distinta’ en muchos sentidos de la palabra.
Actualmente, sin embargo, hay 195 países en este planeta, con lo cual, si una persona sólo es nativa de uno, será extranjero en los otros 194. Así, desde una perspectiva global, la mayoría de la gente, incluso quienes siempre han vivido en su país natal, tienen una parte de ‘nativo’ por 194 partes de extranjero. Estadísticamente, pues, todos somos extranjeros extranjeras.
Mientras que la vasta mayoría de los humanos terrestres siguen considerándose nativos, hay algunos que ni siquiera se identifican en términos de su país de nacimiento. Por una u otra razón, se identifican sencillamente como ‘extranjero’. Puede que sean inmigrantes o personas refugiadas. Puede que se hayan trasladado a otro país para una comparativamente breve estancia de trabajo o estudios, para descubrir que, al volver a su país de nacimiento ya no se sienten en casa allí.
En otras palabras, se han convertido en extranjeros, tanto en su país ‘nativo’ como en el nuevo.
Luego están las personas cuya madre es de un país mientras que su padre es de otro, y muchos de éstos se han criado en un tercer país que ni es de uno ni de la otra. Con cierta frecuencia, estas personas multiculturales están vistas como extrajeras vayan donde vayan y a menudo encuentran más fácil identificarse a ellas mismos como extranjera que intentar racionalizar, por no decir explicar, su identidad cultural plural a los demás, o incluso a ellas mismas.
Yo soy una de estas personas. Inmigrante, hijo de inmigrantes y nieto de inmigrantes, nací en un país del que no venían ninguno de mis predecesores inmediatos, y cuando cumplí los 16 años, ya había vivido por períodos de entre uno y tres años en seis países distintos. Actualmente, tengo pasaportes de dos naciones, ninguna de las cuales es donde nací. Ante las frecuentes preguntas acerca de mi nacionalidad, suelo contestar: “soy extranjero”. Hace unos años, comencé a entrevistar a amigos, compañeros y colegas profesionales que habían tenido experiencias personales como extranjeros. Mi plan era utilizar sus narrativas habladas como base para una pieza sobre esta cuestión cuya relevancia personal para mi es reflejado a una escala muchísimo mayor en las experiencias de tantos humanos por todas partes del mundo actual. De aquí parte Xenophonia, del sonido de los extranjeros”.
Wade Matthews