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jueves, 26 de noviembre de 2015

La Mitad del Mundo en el TEA, Tenerife

Proyección en el Cuarto Oscuro – TEA Tenerife Espacio de las Artes
Viernes, 27 de noviembre – 18:30 horas
Presentado por Javier Cabrera Cabrera
LA MITAD DEL MUNDO 

Fotógrafos canarios en la raya del Ecuador. 
Ángel Luis Alday; Alfredo Betancor; Javier Betancor; Teresa Correa; Tato Gonçalves; Ricardo Montesdeoca.

Idea y curaduría: Javier Cabrera

Ilustración, vídeo y música: Paco Rossique 
Producción vídeo: Paco Rossique / Ricardo Montesdeoca 
Producción gráfica: Javier Cabrera

INTRODUCCIÓN
Este es un proyecto delimitado por la crisis económica, pero, asimismo, pensado y elaborado para tiempos de esta índole. En momentos como el que vivimos la manufactura de proyectos de arte, fotografía para el caso, se hace de difícil concreción, las posibilidades de su puesta en escena y proyección son complejas debido a lo ya explicado: dificultad de producción, dificultad de difusión y, sobre todo, imposibilidad de proyección y exportación. 

De ahí que hayamos optado por la idea de la ‘congelación’ del mismo y, aprovechando las posibilidades que ofrece la tecnología y su almacenaje optáramos por un proyecto ‘enlatado’: fácil de llevar, factible de emitir y fundamentado en un nuevo proceso de comunicación. 
El proyecto, que ha llevado idéntico proceso de selección, acota-miento, definición y producción que si fuera real, se envía al exterior sin el andamiaje que procede en una exposición tradicional o al uso, y así, ante la imposibilidad de hacer realidad su traslado en volumen lo que se pondera es la posibilidad de su emisión y visibilidad. 
En la vídeo-proyección se concretan, concatenan y visualizan todas las posibilidades que ofrece su acercamiento a un público lejano. Bien es verdad que el sistema de producción varía, por no ofertar la obra vivida in situ, pero lo que prevalece en él es el disfrute de su conocimiento y, más allá, la posibilidad de compartirlo con quienes fueron objeto de estímulo en el momento de meditarlo. 
La obra no está presente pero es patente su presencia: la relación directa que se sostiene con la obra, con sus productores y sobre todo con la puesta en valor que posibilita la imagen. Como se sustenta un documental: el valor implícito del proyecto, y el objeto de su trabajo, se rentabiliza en el almacenaje perpetuo, en la posibilidad de visualización según necesidad o goce y en la constancia de la divulgación automática.

LA MITAD DEL MUNDO ES LA OTRA MEDIA VERDAD 

Javier Cabrera


Entre las tantas factibles mitades del Mundo –la geográfica, la política, la estratégica, la rica, la pobre, la culta, la ignorante, la visible, la invisi-ble, y otras tantas mitades más aún por desvelar– hemos escogido, para este proyecto a celebrar en la mitad del Mundo evidente, esa otra mitad o parte igualitaria, que por razones evidentes se nos hace imposible, o casi, visitar y disfrutar, esa otra mitad donde el ojo establece conjunción fundamental para su entendimiento. Y como será el ojo, la mirada, el foco clave a través del cual establezcamos su desentrañamiento, hemos decidido traer aquí, una otra mitad de la que hemos recolectado buena parte visible de la misma. Será, por tanto, la imagen la que nos permita hacer de nexo entre esas dos mitades, y será en la mitad descrita del Mundo donde la disfrutaremos. En la imagen congelada, en la fotografía se concentra y concatena la principal fundamentación que este proyecto viene a ofertar. Seis son los fotógrafos que, saliendo al Mundo o no, ahondando quizá más en él yendo hacia adentro, nos dan a entender, a través de sus distintas propuestas, la visibilidad de esa otra media ver-dad que hace al Mundo, estos hacedores son: Ángel Luis Aldai, Alfredo Betancor, Javier Betancor, Teresa Correa, Tato Gonçalves y Ricardo Montesdeoca, debiendo añadir a éstos al creador Paco Rossique, cuyo fondo continuo, musical, nos permite el disfrute de la imagen que une y concatena las propuestas en un único estadio. 

Dos, y diferenciados, son los fundamentos que proponen los fo-tógrafos participantes en la propuesta: el de los que decidieron salir afuera, irse al Mundo y lograr entrever, en la captura de imágenes que la vida, el viaje, la maceración de ambos, exponían y permitían acumular, dando noticia de los diversos quehaceres del ser humano; y el de los que siendo del Mundo decidieron abundar en esa otra parte menos evi-dente, a veces inaccesible, en la que el ser humano se siente vinculado al resto en otro propósito. A la primera voluntad se vinculan Ángel Luis Aldai, Alfredo Betancor y Javier Betancor; a la segunda, Teresa Correa y Ricardo Montesdeoca, y en un punto intermedio, viendo el Mundo, no desde la grada sino del espacio personal, acotado, que decidió para su mirada, transita Tato Gonçalves. No obstante debemos aclarar que en la aparente uniformidad que une al primer grupo se decantan variables sutiles que proporcionan distintos mensajes visuales y una deriva sustancial en cada propuesta personal. No es casualidad que concatenen en este proyecto sus preceptivas, dado que por tal razón es que lo conforman, ni lo es tampoco, que en el recorrido visual de su obra veamos que cada uno de ellos determina su mirada sobre un continente. 
Ángel Luis Aldai viaja a África, recorre buena parte de ella –imagino que siempre la mitad factible-, se impregna de su variable misteriosa, de su diferenciación cromática y paisajística, aunque sobre todo huma-na, y nos regala un sinfín de imágenes que aún reconocibles serán siempre impresionantes, donde la majestuosidad delata lo primigenio, lo universal en el inicio. Aunque el fotógrafo, en tiempos sucesivos, ha captado imágenes que ejemplifican el estallido del color, para esta propuesta decidió conformar por el negro la verbalización de su idea del Mundo. Ahonda más el autor en su propósito y se inclina por esa otra mitad, también reconocible y a veces tan difuminada, pues trae al ojo de la cámara al ser donde se funda la vida: la mujer es el centro de la modulación de su discurso y a través de ella impresiona una colección de imágenes que hacen tomar conciencia del valor que la vida posee en esa mirada: por ella traza la universalidad que se pronuncia Soutourá. 
Alfredo Betancor alimenta igualmente esa idea en sus imágenes. Pero esta vez el fotógrafo abre su objetivo para que sea buena parte de Asia –Oriente en, al menos, sus mitades- la que se adentre en nosotros a su través. En la aparente disculpa del viaje, de la ida, se conjuga una manera de acercar al ser humano a su otra parte que, aun reconocible, le produce extrañeza. Son las suyas imágenes, estas sí, donde el color, su explosión, asalta la mirada de golpe. El paisaje nunca es por sí razón de ser que nos llega a la mirada, aparecerá inserto en el ámbito del ser humano que conmueve la motivación del fotógrafo. En la apariencia simple de avanzar en el viaje el fotógrafo avanza hacia el ahondamiento de ese ser humano que al impresionar con su cámara da noticia, varia, múltiple, dispar de ese otro mundo del que igual sólo sepamos de su razón de existir, justo, a través de la limpieza que el fotógrafo nos trae, y nos la hace interiorizar con toda la carga que no aparenta sino es. 
Javier Betancor, en ese mismo devenir, se decanta por América, la que nos viene tan cercana por supuesta proximidad del idioma, la que se nos hace tan a la mano por su cercanía humana, la llamada hispana, por lo evidente de su proceso, esa que desde aquí, en la Mitad llamada del Mundo, será inmediata, pero que por mor de la cámara, se aparece tan alejada en sus sutiles y distintas maneras de hacer, de ver, de atender al mundo, ese otro, donde se hunden los ancestros. De la Total América el fotógrafo nos acerca la parte insular que se sitúa en Cuba, la adyacente continental que se especifica en Colombia, en dos series que ejemplifican que lo inmediato tiene otra vuelta diferencial donde se define lo sutil. Aquí también el negro interviene para colorear la razón antropológica que las imágenes cargan y establece la unidad de criterio de la que se abastece la mirada, donde el fotógrafo ejemplifica la tanta variedad -diversidad común-, que nuestros múltiples pueblos anuncian. Por esta cercanía el autor nos asoma a otro ventanal donde nos alumbra recabar que el autorretrato es el modo del reconocimiento del otro: en el otro. 
Tato Gonçalves, sin embargo, no se aparta un ápice del lugar físico, por real, donde establece su cotidianeidad para conjugar esa otra mitad. El fotógrafo no sale al Mundo a embadurnarse de lo que su otro ser puede depararle. En un proceso que marca un camino a la inversa lo que nos propone es esa otra mitad que habiéndonos rodeado de siempre, o casi, nos es poco visible por el desenfoque de la mirada tan inmediata: Todo/ el universo en unas pocas calles/ de donde nunca vuelves/ ni te vas… -escribió Eliseo Diego-. Y es que el devenir vital del ser humano también pone en juego su propio descubrimiento en esa otra mitad. Así, el fotógrafo nos oferta una colección de rostros, de seres, que llegados de todas las posibles mitades del Orbe confirman ante la asombrada mirada del propio fotógrafo que las mitades se funden donde conjuga la vida, esa que se arrumba sin fronteras para rehacerse en sí misma. A través de la multiplicidad de gestos, quien es desvestido en este trance será el veedor que no termina por asegurarse si es o no de este mundo. Islamundi configura lo que concatena sucesivamente. 
En la otra compostura delimitan su proyecto tanto Teresa Correa como Ricardo Montesdeoca. 
Teresa Correa, en convivir con esa otra mitad atravesada del precepto que la hace íntima y al tiempo universal: en el ahondamiento en su propia circunstancia como ser humano, modula la fotógrafa las delicadas notas que en sí misma contiene. No sólo no apartándose del tono que rodea su aura, sino profundizando en un viaje casi en quietud la autora se reconoce en las otras tantas auras que laten en su andar pasillo adentro de innúmeras casas e invita a desentrañar la otra mitad escasamente vista por unos y tan visitada para la otra mitad. La otra media mitad, en la verdad a medias, que se pronuncia murmurando, la soledad que se comparte en la insuficiencia de vivir, el dolor que siendo propio nos llega desde una lejanía remota, justo al borde de la piel del otro. Será esa mitad compleja de captar en las imágenes, que dan noticia fugaz de un atisbo de hermandad, de una mirada común y universal, hacia una luz que se reserva para ser desvelada por la mitad latente que yace, no en las imágenes datadas sino en lo que éstas desbordan y alcanzan fuera del propio objetivo: la vida. 
Ricardo Montesdeoca es modulador de un propósito que en apariencia se aparta, se deslinda quizás, del carril que delimita este proyecto, aunque nada más incierto. Aquí el fotógrafo, a la mitad no visible o poco definible, añade la otra mitad necesaria para asegurar que sigue el ser humano en la conciencia de vislumbrar sus dislates. Pero tal es el difumino que la propuesta inserta que hasta el propio apelativo ratificado de fotógrafo queda aquí, igualmente, difuso por ser aún más amplio, redibujado por sobrepasar el cometido. El artista, en su caso, utiliza el medio para componer imágenes que siéndole necesarias no son recurrentes sino que penetran en la sinrazón de los estadios hasta convocar en una suerte de sorna, más que crítica, donde revienta la apreciación de epifanía que del mundo visible tenemos. Será en el tuétano, donde el punzón escarba, donde el autor configure un discurso que volatiliza el supuesto ‘bon faire’ del humano con su entorno, con la naturaleza, con la herencia, en un dispendio sin media que va contra el propio humano. Escalpelo que rasga una tras otra las capas de falsedad en la que la humanidad ha asentado sus logros, el a veces fotógrafo o grafista y otras ‘colajero’ o componedor dota a la imagen de la precisa carga de detonación visual para estallar justo donde la desbandada calcula su parte proporcional de beneficio a costa de no se sabe qué propósitos. Se imposta a sí mismo el autor rotulando su figura en mitad de acontecimientos que entresacados de la memoria cultural o plástica le sirven para concebir una hilada de preceptos a través de los cuales da cuenta del ridículo, la estulticia, la miseria o la malversación oculta, siempre por desvelar, de la que el humano deja constancia, y en un desenvolvimiento que por barroco se vira clásico o en una concreción que por escueta concluye conceptual esgrime la, a veces, casi injusta por innecesaria presencia del ser humano en mitad del todo, o del aparente todo visto en su mitad. 
En esta otra mitad del Mundo, hoy tan real, nos citamos y hasta aquí traemos la conjugación que estos seis fotógrafos, artistas visuales, proponen con intención de desvelarnos la otra mitad así de real –física o latente, pero ante todo humana- que palpita bajo el sustrato de lo que la creación sustenta. En ese ir, adentrarse o subvertir; regresar, compilar o desmantelar, desvelan la parte en la que a lo humano le toca pervivir. Y será datar la conciencia, en su parte más visible también, de que todo cuanto transciende en esta mitad reconocible será espejo o doble pulsión de cuanto late en el otro extremo sentido como propio. Pese a todo, la esperanza radica en que las dos mitades invisibles concreten la visibilidad del Mundo.

Imágenes de la proyección