Proyección en el Cuarto
Oscuro – TEA Tenerife Espacio de las Artes
Viernes, 27 de noviembre –
18:30 horas
Presentado por Javier Cabrera Cabrera
LA MITAD DEL MUNDO
Fotógrafos canarios en la raya del Ecuador.
Ángel Luis Alday; Alfredo Betancor; Javier Betancor; Teresa Correa; Tato
Gonçalves; Ricardo Montesdeoca.
Idea y curaduría: Javier
Cabrera
Ilustración, vídeo y música: Paco Rossique
Producción vídeo: Paco Rossique / Ricardo Montesdeoca
Producción gráfica: Javier Cabrera
INTRODUCCIÓN
Este es un proyecto delimitado
por la crisis económica, pero, asimismo, pensado y elaborado para tiempos de
esta índole. En momentos como el que vivimos la manufactura de proyectos de
arte, fotografía para el caso, se hace de difícil concreción, las posibilidades
de su puesta en escena y proyección son complejas debido a lo ya explicado:
dificultad de producción, dificultad de difusión y, sobre todo, imposibilidad
de proyección y exportación.
De ahí que hayamos optado por la idea de la ‘congelación’ del mismo y,
aprovechando las posibilidades que ofrece la tecnología y su almacenaje
optáramos por un proyecto ‘enlatado’: fácil de llevar, factible de emitir y
fundamentado en un nuevo proceso de comunicación.
El proyecto, que ha llevado idéntico proceso de selección, acota-miento,
definición y producción que si fuera real, se envía al exterior sin el
andamiaje que procede en una exposición tradicional o al uso, y así, ante la
imposibilidad de hacer realidad su traslado en volumen lo que se pondera es la
posibilidad de su emisión y visibilidad.
En la vídeo-proyección se concretan, concatenan y visualizan todas las
posibilidades que ofrece su acercamiento a un público lejano. Bien es verdad
que el sistema de producción varía, por no ofertar la obra vivida in situ, pero
lo que prevalece en él es el disfrute de su conocimiento y, más allá, la
posibilidad de compartirlo con quienes fueron objeto de estímulo en el momento
de meditarlo.
La obra no está presente pero es patente su presencia: la relación directa que
se sostiene con la obra, con sus productores y sobre todo con la puesta en
valor que posibilita la imagen. Como se sustenta un documental: el valor
implícito del proyecto, y el objeto de su trabajo, se rentabiliza en el
almacenaje perpetuo, en la posibilidad de visualización según necesidad o goce
y en la constancia de la divulgación automática.
LA MITAD DEL MUNDO ES LA
OTRA MEDIA VERDAD
Javier Cabrera
Entre las tantas factibles
mitades del Mundo –la geográfica, la política, la estratégica, la rica, la
pobre, la culta, la ignorante, la visible, la invisi-ble, y otras tantas
mitades más aún por desvelar– hemos escogido, para este proyecto a celebrar en
la mitad del Mundo evidente, esa otra mitad o parte igualitaria, que por
razones evidentes se nos hace imposible, o casi, visitar y disfrutar, esa otra
mitad donde el ojo establece conjunción fundamental para su entendimiento. Y
como será el ojo, la mirada, el foco clave a través del cual establezcamos su
desentrañamiento, hemos decidido traer aquí, una otra mitad de la que hemos recolectado
buena parte visible de la misma. Será, por tanto, la imagen la que nos permita
hacer de nexo entre esas dos mitades, y será en la mitad descrita del Mundo
donde la disfrutaremos. En la imagen congelada, en la fotografía se concentra y
concatena la principal fundamentación que este proyecto viene a ofertar. Seis
son los fotógrafos que, saliendo al Mundo o no, ahondando quizá más en él yendo
hacia adentro, nos dan a entender, a través de sus distintas propuestas, la
visibilidad de esa otra media ver-dad que hace al Mundo, estos hacedores son:
Ángel Luis Aldai, Alfredo Betancor, Javier Betancor, Teresa Correa, Tato
Gonçalves y Ricardo Montesdeoca, debiendo añadir a éstos al creador Paco
Rossique, cuyo fondo continuo, musical, nos permite el disfrute de la imagen
que une y concatena las propuestas en un único estadio.
Dos, y diferenciados, son los fundamentos que proponen los fo-tógrafos
participantes en la propuesta: el de los que decidieron salir afuera, irse al
Mundo y lograr entrever, en la captura de imágenes que la vida, el viaje, la
maceración de ambos, exponían y permitían acumular, dando noticia de los
diversos quehaceres del ser humano; y el de los que siendo del Mundo decidieron
abundar en esa otra parte menos evi-dente, a veces inaccesible, en la que el
ser humano se siente vinculado al resto en otro propósito. A la primera
voluntad se vinculan Ángel Luis Aldai, Alfredo Betancor y Javier Betancor; a la
segunda, Teresa Correa y Ricardo Montesdeoca, y en un punto intermedio, viendo
el Mundo, no desde la grada sino del espacio personal, acotado, que decidió
para su mirada, transita Tato Gonçalves. No obstante debemos aclarar que en la
aparente uniformidad que une al primer grupo se decantan variables sutiles que
proporcionan distintos mensajes visuales y una deriva sustancial en cada
propuesta personal. No es casualidad que concatenen en este proyecto sus
preceptivas, dado que por tal razón es que lo conforman, ni lo es tampoco, que
en el recorrido visual de su obra veamos que cada uno de ellos determina su
mirada sobre un continente.
Ángel Luis Aldai viaja a África, recorre buena parte de ella –imagino que
siempre la mitad factible-, se impregna de su variable misteriosa, de su
diferenciación cromática y paisajística, aunque sobre todo huma-na, y nos
regala un sinfín de imágenes que aún reconocibles serán siempre impresionantes,
donde la majestuosidad delata lo primigenio, lo universal en el inicio. Aunque
el fotógrafo, en tiempos sucesivos, ha captado imágenes que ejemplifican el
estallido del color, para esta propuesta decidió conformar por el negro la
verbalización de su idea del Mundo. Ahonda más el autor en su propósito y se
inclina por esa otra mitad, también reconocible y a veces tan difuminada, pues
trae al ojo de la cámara al ser donde se funda la vida: la mujer es el centro
de la modulación de su discurso y a través de ella impresiona una colección de
imágenes que hacen tomar conciencia del valor que la vida posee en esa mirada:
por ella traza la universalidad que se pronuncia Soutourá.
Alfredo Betancor alimenta igualmente esa idea en sus imágenes. Pero esta vez el
fotógrafo abre su objetivo para que sea buena parte de Asia –Oriente en, al
menos, sus mitades- la que se adentre en nosotros a su través. En la aparente
disculpa del viaje, de la ida, se conjuga una manera de acercar al ser humano a
su otra parte que, aun reconocible, le produce extrañeza. Son las suyas
imágenes, estas sí, donde el color, su explosión, asalta la mirada de golpe. El
paisaje nunca es por sí razón de ser que nos llega a la mirada, aparecerá
inserto en el ámbito del ser humano que conmueve la motivación del fotógrafo.
En la apariencia simple de avanzar en el viaje el fotógrafo avanza hacia el
ahondamiento de ese ser humano que al impresionar con su cámara da noticia, varia,
múltiple, dispar de ese otro mundo del que igual sólo sepamos de su razón de
existir, justo, a través de la limpieza que el fotógrafo nos trae, y nos la
hace interiorizar con toda la carga que no aparenta sino es.
Javier Betancor, en ese mismo devenir, se decanta por América, la que nos viene
tan cercana por supuesta proximidad del idioma, la que se nos hace tan a la
mano por su cercanía humana, la llamada hispana, por lo evidente de su proceso,
esa que desde aquí, en la Mitad llamada del Mundo, será inmediata, pero que por
mor de la cámara, se aparece tan alejada en sus sutiles y distintas maneras de
hacer, de ver, de atender al mundo, ese otro, donde se hunden los ancestros. De
la Total América el fotógrafo nos acerca la parte insular que se sitúa en Cuba,
la adyacente continental que se especifica en Colombia, en dos series que
ejemplifican que lo inmediato tiene otra vuelta diferencial donde se define lo
sutil. Aquí también el negro interviene para colorear la razón antropológica
que las imágenes cargan y establece la unidad de criterio de la que se abastece
la mirada, donde el fotógrafo ejemplifica la tanta variedad -diversidad común-,
que nuestros múltiples pueblos anuncian. Por esta cercanía el autor nos asoma a
otro ventanal donde nos alumbra recabar que el autorretrato es el modo del
reconocimiento del otro: en el otro.
Tato Gonçalves, sin embargo, no se aparta un ápice del lugar físico, por real,
donde establece su cotidianeidad para conjugar esa otra mitad. El fotógrafo no
sale al Mundo a embadurnarse de lo que su otro ser puede depararle. En un
proceso que marca un camino a la inversa lo que nos propone es esa otra mitad
que habiéndonos rodeado de siempre, o casi, nos es poco visible por el
desenfoque de la mirada tan inmediata: Todo/ el universo en unas pocas calles/
de donde nunca vuelves/ ni te vas… -escribió Eliseo Diego-. Y es que el devenir
vital del ser humano también pone en juego su propio descubrimiento en esa otra
mitad. Así, el fotógrafo nos oferta una colección de rostros, de seres, que
llegados de todas las posibles mitades del Orbe confirman ante la asombrada
mirada del propio fotógrafo que las mitades se funden donde conjuga la vida,
esa que se arrumba sin fronteras para rehacerse en sí misma. A través de la
multiplicidad de gestos, quien es desvestido en este trance será el veedor que
no termina por asegurarse si es o no de este mundo. Islamundi configura lo que
concatena sucesivamente.
En la otra compostura delimitan su proyecto tanto Teresa Correa como Ricardo
Montesdeoca.
Teresa Correa, en convivir con esa otra mitad atravesada del precepto que la
hace íntima y al tiempo universal: en el ahondamiento en su propia
circunstancia como ser humano, modula la fotógrafa las delicadas notas que en
sí misma contiene. No sólo no apartándose del tono que rodea su aura, sino
profundizando en un viaje casi en quietud la autora se reconoce en las otras
tantas auras que laten en su andar pasillo adentro de innúmeras casas e invita
a desentrañar la otra mitad escasamente vista por unos y tan visitada para la
otra mitad. La otra media mitad, en la verdad a medias, que se pronuncia
murmurando, la soledad que se comparte en la insuficiencia de vivir, el dolor
que siendo propio nos llega desde una lejanía remota, justo al borde de la piel
del otro. Será esa mitad compleja de captar en las imágenes, que dan noticia
fugaz de un atisbo de hermandad, de una mirada común y universal, hacia una luz
que se reserva para ser desvelada por la mitad latente que yace, no en las
imágenes datadas sino en lo que éstas desbordan y alcanzan fuera del propio
objetivo: la vida.
Ricardo Montesdeoca es modulador de un propósito que en apariencia se aparta,
se deslinda quizás, del carril que delimita este proyecto, aunque nada más
incierto. Aquí el fotógrafo, a la mitad no visible o poco definible, añade la
otra mitad necesaria para asegurar que sigue el ser humano en la conciencia de
vislumbrar sus dislates. Pero tal es el difumino que la propuesta inserta que
hasta el propio apelativo ratificado de fotógrafo queda aquí, igualmente,
difuso por ser aún más amplio, redibujado por sobrepasar el cometido. El
artista, en su caso, utiliza el medio para componer imágenes que siéndole
necesarias no son recurrentes sino que penetran en la sinrazón de los estadios
hasta convocar en una suerte de sorna, más que crítica, donde revienta la
apreciación de epifanía que del mundo visible tenemos. Será en el tuétano,
donde el punzón escarba, donde el autor configure un discurso que volatiliza el
supuesto ‘bon faire’ del humano con su entorno, con la naturaleza, con la
herencia, en un dispendio sin media que va contra el propio humano. Escalpelo
que rasga una tras otra las capas de falsedad en la que la humanidad ha
asentado sus logros, el a veces fotógrafo o grafista y otras ‘colajero’ o
componedor dota a la imagen de la precisa carga de detonación visual para
estallar justo donde la desbandada calcula su parte proporcional de beneficio a
costa de no se sabe qué propósitos. Se imposta a sí mismo el autor rotulando su
figura en mitad de acontecimientos que entresacados de la memoria cultural o
plástica le sirven para concebir una hilada de preceptos a través de los cuales
da cuenta del ridículo, la estulticia, la miseria o la malversación oculta,
siempre por desvelar, de la que el humano deja constancia, y en un
desenvolvimiento que por barroco se vira clásico o en una concreción que por
escueta concluye conceptual esgrime la, a veces, casi injusta por innecesaria
presencia del ser humano en mitad del todo, o del aparente todo visto en su mitad.
En esta otra mitad del Mundo, hoy tan real, nos citamos y hasta aquí traemos la
conjugación que estos seis fotógrafos, artistas visuales, proponen con
intención de desvelarnos la otra mitad así de real –física o latente, pero ante
todo humana- que palpita bajo el sustrato de lo que la creación sustenta. En
ese ir, adentrarse o subvertir; regresar, compilar o desmantelar, desvelan la
parte en la que a lo humano le toca pervivir. Y será datar la conciencia, en su
parte más visible también, de que todo cuanto transciende en esta mitad
reconocible será espejo o doble pulsión de cuanto late en el otro extremo
sentido como propio. Pese a todo, la esperanza radica en que las dos mitades
invisibles concreten la visibilidad del Mundo.
Imágenes de la proyección