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viernes, 20 de julio de 2012
lunes, 9 de julio de 2012
De Riberas y Palimpsestos, texto de Federico Castro
Portada de la página de la Galería Krabbe durante las fechas de la exposición.
La trayectoria de la galería Krabbe cada vez es más nítida
en el mapa del arte actual en Andalucía, como en los mapas de rutas de las
líneas aéreas, la escala de los artistas de diferentes procedencias reafirma su papel como cruce de caminos y
punto de encuentro. En esta ocasión un artista nacido en Tetuán residente en
Gran Canaria y un tinerfeño en Madrid confrontan sus visiones sobre la
cotidianeidad. Andrés Delgado lo hace desde el lenguaje del paisaje -una
crónica urbana del vacío en la ciudad bulliciosa-. Paco Rossique reflexiona
sobre la transformación de la existencia -una lectura en clave irónica sobre la
dualidad del individuo contemporáneo-.
Dos visiones diferentes, construidas desde la madurez vital
y el desconcierto ante los acontecimientos que nos asaltan cada día en un
momento en el que la incertidumbre se nos revela como una fuerza poderosa capaz
de estremecer los cimientos de nuestra realidad; una lucha entre estados y
procesos que altera nuestras discursos y visiones.
Paco Rossique compagina la creación en el ámbito del arte
sonoro y la pintura; Andrés Delgado centra su actividad plástica en el paisaje.
Con motivo de esta exposición, ambos dan una vuelta de tuerca a sus lenguajes
expresivos para ofrecer una mirada personal de esta nueva decadencia de
Occidente que se precipita cada día sobre el fluir de los acontecimientos
particulares obligándonos a reescribir nuestro lugar en el mundo; o,
simplemente, a cuestionar nuestra posición en la vida, existencia o laberinto
exterior cada vez más ajeno y distante de nuestro sentido personal. Rossique denomina por ello a sus series
Palimpsestos (Afuerintos, Humanarios, Escritos al oído y Divertimentos). Sus
seres mutantes, marionetas y autómatas circenses, transitan espacios
abstractos: la figura se impone a la mancha y ésta reemplaza al fondo; la
presencia alegórica reduce los símbolos a meros objetos.
Por el contrario, en los paisajes inanimados de Andrés
Delgado la figura no se ve, aunque existe, está muy presente. Estos cuadros se
han colado a través de la mirada, a veces perdida, del viajero que comparte
cada mañana la promiscua ignorancia del otro cuando transita puentes y riberas.
Son paisajes que no proceden del inconsciente, sino del abandono, de la
percepción distraída en la ruta que cada día conduce al trabajo. El artista
está presente en cada instante, situado detrás del cristal del autobús,
anotando bocetos de paisajes insulares entre
cifras, ajeno a ese otro paisaje que se decanta y cala, en el que la
vegetación y los edificios reflejados sobre las aguas del río emergen a través
de un cristal incapaz de reflejar la
silueta del pintor.
Distantes en el espacio, unidos por preocupaciones vitales
análogas, a través de la fachada de
cristal de la galería, apreciamos el
diálogo entre las figuras ajenas al paisaje de Rossique y los paisajes sin
figuras de Delgado: dos miradas en las que inevitablemente cada espectador verá
reflejado su [nuestro] actual enigma.
Federico Castro
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